Orson Welles sacó a la calle a los neoyorquinos radiando una invasión marciana y hoy nos meten en casa retransmitiendo la invasión de un virus.
La pandemia que estamos sufriendo, que tiene paralizado a medio mundo, guarda paralelismos muy interesantes con La guerra de los mundos en sus dos versiones, la novela de ficción del inglés Herbert George Wells, de 1898, y la adaptación radiofónica que hizo el estadounidense Orson Welles 40 años después. Son paralelismos con el mismo relato de fondo, pero por razones diferentes.
H. G. Wells escribió en el epílogo de La guerra de los mundos unas palabras inquietantes y esperanzadoras que hoy firman políticos, filósofos, pensadores o historiadores. “Sea como fuere, (…) estos acontecimientos han de cambiar nuestros puntos de vista con respecto al porvenir de los humanos. Ahora sabemos que no podemos considerar a este planeta como completamente seguro para el hombre; jamás podremos prever el mal o el bien invisibles que pueden llegarnos (….). Es posible que (…) resulte, al fin, beneficiosa para nosotros; por lo menos, nos ha robado aquella serena confianza en el futuro, que es la más segura fuente de decadencia. Los regalos que ha hecho a la ciencia humana son extraordinarios, y otro de sus dones fue una nueva concepción del bien común”.
Wells hacía está reflexión como epitafio de una novela de ficción en la que relata la primera invasión marciana de la Tierra, en la Inglaterra de 1904. Siglo y cuarto después nuestro planeta se encuentra bajo la amenaza de una pandemia, y antes de que hayamos vencido, son muchos los que se han apresurado ya a sentenciar, como H. G. Wells, que ya nada volverá a ser igual.
La casualidad ha querido que virus o bacterias hayan jugado un rol diferente en la ficción de Wells y la cruda realidad de hoy. Los marcianos perdieron la batalla en 1904 víctimas de las bacterias que convivían con los humanos. Quién nos iba a decir que el Covid-19, un virus primo de las bacterias, nos iba a confinar hasta el existencialismo.
Ya veremos si cuando baje el nivel del agua estas reflexiones tan profundas, que anuncian cambios radicales en la humanidad, siguen vigentes o las olvidamos con el bullicio de los bares, qué lugares…
El otro llamativo paralelismo entre nuestro mundo de hoy y La guerra de los mundos, esta vez en su versión radiofónica, nos remite al enorme poder de los medios de comunicación para movilizar a las personas, para sacarlas a la calle o para meterlas en casa.
Eran las nueve de la noche del 30 de octubre de 1938, el día de Halloween, y Orson Welles, un joven actor de 23 años, y su grupo teatral The Mercury Theatre se sientan delante de los micrófonos de la radio Columbia Broadcasting System (CBS) para interpretar ante la audiencia una novela de éxito. Ese domingo toca La guerra de los mundos, con un guion adaptado para la ocasión por el propio Orson Welles y Howard Koch, que traslada la escena desde el Londres de 1904 a su Nueva Jersey. Arrancó el programa con un aviso de que iban a dramatizar la obra de H. G. Wells, aviso que volvieron a repetir cuando llevaban algo más de 40 minutos de programa. Orson Welles comenzó su interpretación de La guerra de los mundos, con cortes de un actor haciendo de periodista, que presentaba una especie de boletín informativo donde contaba que un profesor canadiense, de nombre Morse, había avistado tres explosiones en Marte.
La consecuencia fue que muchos oyentes se echaron a las calles para huir de la invasión marciana, las centrales de teléfonos de la policía y la de los periódicos de Nueva York se bloquearon de llamadas de gente aterrorizada en busca de información. Orson Welles y sus colegas de compañía teatral tuvieron que pedir perdón al día siguiente y aseguraron que no esperaban tal reacción.
Ese programa se ha convertido en el exponente de la fuerza de los medios de comunicación para arrastrar a las masas y ese poder continúa intacto, aunque disperso en más medios. Al igual que los neoyorquinos no habían visto a los marcianos, sus ojos eran el supuesto profesor Morse de la Universidad de Toronto, hoy desconocemos al virus. Eso sí, en febrero recibimos todo tipo de detalles de los muertos por el maldito virus en China y después en Italia. Entre tanto, grandes líderes marcianos como Donald Trump (Estados Unidos), Boris Johnson (Reino Unido) o Jair Bolsonaro (Brasil) nos decían que ni caso, que no hay que hacer nada. En contraposición, Angela Merkel avisó de que iba en serio, que se contaminaría el 70% de los alemanes.
Mientras los líderes mundiales despachaban ocurrencias, la primavera avanzaba en nuestras ventanas como brutal contraste con las escenas de la televisión, con el personal sanitario de los hospitales, ataviado con plásticos en tiempos de carnaval, clamando medios para defenderse del virus. El aluvión de información nos dejaba claro que la ventana estaba equivocada, que el avance de ese árbol que tenemos a dos metros es una fake news, que lo real es el parte de guerra que cada día nos traen Fernando Simón y los hombres de uniforme.
Hemos obedecido en masa a algo que no vemos, imagínense en la España vaciada, y estamos totalmente sugestionados por el virus marciano gracias a la potencia de los medios de comunicación y de las redes sociales, que están haciendo una labor increíble para concienciarnos de qué es lo que toca y no caer en la llamada de la madrastra naturaleza. Retornando a La guerra de los mundos, no cabe duda de que esta pandemia va a traer duras consecuencias y no sabemos si grandes reflexiones, como pronosticaba H. G. Wells. Puede que las bacterias nos salvaran de los marcianos, pero no podemos esperar que los extraterrestres nos salven del puto virus. El paralelismo no da para tanto